Q'axilu
Por: Luis Pacho
1.
El bullicio que habita el frío de las calles.
Esa calle que anduvo
en nuestras manos,
que borraba defectos y tristezas
cuando nuestros rostros eran
el cuerpo azucarado de la noche,
aún pudo borrar la huella de tus ojos
en mis ojos, pero jamás
dejarme sin tu aliento
ni el desfiladero de tu corazón en mi boca.
Pude quedarme en la locura
el cielo frígido y
emprender la retirada
a un país sin nombre,
pero nunca sabré de los huesos
que roíste en el húmedo desenfado
de las máscaras o detrás del atrio
donde solías aparecer
escondiendo el rostro
para no advertir tu ombligo descubierto.
Dime,
¿quién imaginaba el final
de las batallas que libraron hombres
y caballos mientras nosotros escogíamos
las bancas más alejadas de la plaza?
Luego de las sombras erigidas en el
aguacero
¿pude recoger en sueños repentinos
los fuegos artificiales de las vísperas?
No sé qué nombre esperar
cuando no quisimos esconder esta
leyenda erigida en el corazón
de las comparsas donde me sumergías
en una batalla sin fin.
Fue allí que perdí la huella acendrada
de tu cuerpo y deifiqué tus ojos arcanos
que me llevaron en la paz del viento.
ojos derretidos y alcohol rodando
en tus enaguas
y nunca más supe del final
ni el destino de las ancas de este potro
desbocado hasta el cansancio.
3.
Sin
embargo,ambos padecimos el hechizo
de la fascinación con que desaparecía
la garúa en los charcos solitarios
del pueblo. Por eso creo
haberme ahogado indefenso
en ese extraño manjar escondido
en labios inciertos,
que luego brillaron como polleras
arrebatadas al relámpago.
Desde entonces nunca más la tarde
la dulce soledad escondida en las rendijas
de tu rebozo.
en los patios alejados de tu nombre
ni las olas amarillas de los pajonales
sacudiendo este esbozo sonoro
en medio de una víspera que estalla en silencio.
Del libro: Geografía de la
distancia, Arteidea editores, Lima, 2004
Poema a Laraqueri
Cuadro 3/(ópera de ausencia)
Por: Luis Pacho
1.
En los espejos ahumados de Laraqueri
las calaminas de plata humedecen
la nítida luz de los días olvidados.
Las escasas aves.
Las únicas olvidadas por la infancia.
Las que suspenden el alma
y dejan caer el cuerpo,
todavía espulgan su nostalgia erizada
al viento de una tarde cualquiera.
Bajo el
techo
polvoriento
de mis nariceshuelo su cielo entumecido.
Su beso herido por la cornamenta
de una fría noche,
sus manos de anciana
tocando el labio cálido del cielo.
2.
La
mejilla que añora el atisbo de las más altas cumbres,
la sólida imagen atrapada en espejos
andarines, es un qulli al borde
de las tapias de un patio abandonado.
En la almohada de un sueño lejano
esgrime la lágrima de sus mejores años.
Sin saber si de vida o muerte.
De luz o sombra.
A veces su dorso verde pareciera
sonreír, y otras pareciera palidecer.
las palabras avivan otras palabras”.
Mientras
la tarde levanta
sus ojos
transeúntes,un espejo de nieve se eterniza entre
los techos húmedos de una voz conocida.
Dijo que
nada volvía para amar
las
cenizas, salvo los días que se iban una a una como aves
desplumadas.
Sin
embargo,
la
acequia que cruza mirándonos de reojo como niña abrileña
a vuelto a esconder la cara en mis ojos foráneos,
y ante los pocos mohos
que pude hacer en el exilio
me pareció echarle una breve profecía:
vivir incólume en las notas solícitas
de un poema solitario.
4.
Pero sin
renunciar al amor que brota en los ojos de agua,
una silueta fémina
asciende la plaza mayor
ante la mirada empinada y fría
de un q’arabotas.
(el único que lucha todos los días
contra el frío, las desidias y otros idiomas).
Atesora
los ríos desovados
en cuerdas
de charango, además de algún canto bonancible estrujado
en algún rincón
de su memoria pueblerina.
No
importa si a su lado se acumulan
los años
como sierpes envenenadas.
Su
sonrisa escarlata
debajo
de una chalina albase escabulle tranquila en un bosque
devastado de nostalgias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario